Aprende a respirar I

Respirar. Algo sencillo ¿no? Es aquello sin lo que no podríamos vivir. Es literalmente el aliento de la vida y diferencia a aquellos objetos inanimados de aquellos que absorben la energía.

El Prana, como es conocido en contextos yóguicos, fluye por los canales llamados nadis y entra en el cuerpo por el proceso de la respiración. Aun para los más escépticos que no dan valor a las respuestas filosóficas, tiene sentido ¿verdad? Respiramos, y ese acto nos nutre de energía, nos mantiene vivos. El oxígeno es necesario para que las millones de células de nuestro cuerpo funcionen. Pero para no liarnos, todavía, ya sólo sabiendo estas pequeñas pinceladas ya os podéis imaginar la gran importancia que tiene respirar bien.

Generalmente, la mayoría de la población no respira bien: por casos de contaminación, obstrucción en las vías respiratorias o sencillamente porque no entrenamos nuestro músculos para respirar de manera adecuada, más concretamente el músculo clave: el diafragma.

Al inspirar, nuestro diafragma se contrae y baja hacia las vísceras, expandiéndose. Al expirar se relaja y sube adoptando su forma natural, convexa hacia arriba. De esta manera, entendiendo el movimiento de este gran músculo central, podemos entender los pequeños desajustes que tenemos en nuestro cuerpo, sabiendo que está todo conectado. El diafragma hace el papel de bomba de alimentación para las demás partes del cuerpo, si conseguimos ejercitarlo, irrigará mejor, y por ende nuestro cuerpo funcionará mejor.

Vamos a ponernos en la situación de alguien que sufre ansiedad o estrés, su respiración será apresurada y con periodos en los cuales sentirá ahogos o pesadez en la respiración (como una losa encima del pecho). Cuando sufrimos alguno de estos síntomas, respiramos con la parte más alta de los pulmones (la más pequeña), nuestras clavículas suben, nuestro diafragma apenas baja, por lo que generamos tensión. Aquí es donde comienza el círculo vicioso. En particular porque al leer esto, la mayoría de gente no se da por aludida, enseguida se viene a la mente alguien completamente fuera de control, hiperventilando. Pero ¿y si te dijera que la mayoría de gente respira así y ni se da cuenta? Esa es la antesala del ataque de pánico que tienes en la cabeza.         

Ahora tómate unos segundos para tí, siéntate de manera cómoda, abriendo el pecho y dejando espacio al diafragma. Respira de manera natural por la nariz, no hace falta que inspires de manera profunda. Sólo presta atención a cómo es tu respiración natural. Como verás la respiración posiblemente sea sutil, no baja ampliamente hasta el abdomen, no hace falta. Es tu respiración natural, la que tu cuerpo necesita en este  instante. Pero si por el contrario, notas que es demasiado acelerada, ampliamente clavicular. Regálate unos segundos para conectar con tu cuerpo.

Siéntate, a ser posible en el suelo, pero si no puedes, escoge una silla donde puedas mantener tu espalda alargándose hacia arriba y donde puedas sentir que tu pecho se abre. Date espacio. Cerciórate de que tus hombros están mirando hacia atrás y siente como si tus escápulas quisieran acercarse. Coloca entonces tus manos sobre tus rodillas de manera cómoda y natural. Puedes cerrar los ojos si te apetece. Exhala lenta y profundamente, como si quisieras sacar todo el aire de tus pulmones. Inhala profundamente y vuelve a exhalar lentamente. Intenta que tus exhalaciones sean más largas que tus inhalaciones. Puedes ayudarte contando los segundos en tu cabeza. Hazlo varias veces, cada inhalación y exhalación es una vuelta, siete es un buen número. Poco a poco vuelve a respirar de manera natural.

¿Ha cambiado tu respiración? ¿Te sientes mejor?

Pues esto sólo es la punta del iceberg…

Namaskar.

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