NO TENGO CUERPO PARA EL YOGA.

[Gilda está hecha de jirones, dicen que de tanto dar se quedó sin cuerpo y fue recogiendo retazos de otros… lo que le daban: a veces era un ¡gorda!, otra era un ¡fea! , a menudo burlas. Cada mañana se mira en el espejo y ve a alguien que no reconoce. Ella no sabe que es precisamente por esto, por dar tanto de sí y recoger de otros, que ya no sabe quién es. Ella es una muñeca con piernas de trapo,  ojos cafés y con pelo color espuma de mar al atardecer. Quiere ser guapa, como las demás, tanto que se come sus ganas con ansia… Luego, a escondidas, se arrepiente y vomita con versos de culpa. ¿Por qué es todo tan complicado?–  Se pregunta una y otra vez. 

Pero un día todo cambia. Gilda conoce a Luis. Él sí, me quiere y  me valora, tanto que me quiere sólo para él… se repite cada noche mientras duerme entre sollozos por el dolor de sus heridas. Los años pasan. También para Gilda. Ahora luce más mayor y tiene muchas cicatrices, sobre todo por dentro. Sigue teniendo miedo de mirarse en el espejo y no reconocerse. De hecho, en su rutina se camufla perfectamente: un par de ajustes frente al espejo de reojo son suficientes. No sea que el espejo nos devuelva la mirada y vengan las preguntas incómodas.

Sin embargo Gilda ya no es la misma, bueno, no en su mayoría. Sus células han ido cambiando y no queda nada de aquella personita, salvo en contadas ocasiones, cuando, esa personita decide venir a saludar. Pero Gilda la despacha rápido. Mitad por miedo, mitad por ganas. 

Un día decidió ir a una clase de  Yoga, te vendrá bien -le decían-, pero nadie se imaginaba lo bien que le iba a venir.  Ojalá no hubiera dicho tanto la frase: No gracias, no creo que tenga un cuerpo  adecuado para hacer Yoga y hubiera acudido antes a la cita se repetía incrédula . Poco a poco Gilda cosió sus heridas, no sin antes contemplarlas y aceptarlas sobre aquella esterilla. Entendió quién era ella. Y nada tenía que ver con su pantalón, ni con sus granos.  ¡Descubrió que no era débil! ¡ni una perdedora! sino todo lo contrario, se encontró  haciendo grandes cosas.] Extracto diario I : Gilda- Koko Kurtz.

¿Cuántas veces hemos escuchado esta afirmación? 

No tengo cuerpo para el yoga. No soy X (introduzca adjetivo al gusto: delgada, fuerte, flexible y la lista podría continuar hasta el infinito).

Esto me hace pensar: ¿Hay un cuerpo ideal para hacer Yoga? ¿es un requisito indispensable para comenzar en la práctica? Habrá quien piense que sí, pero si me preguntas a mí te diré rotundamente que no. No hay un cuerpo-tipo para hacer Yoga, hay un yoga para cada cuerpo, porque el cuerpo en sí tiene esa habilidad innata, pero no la sacamos a relucir. Cada cuerpo alberga millones de posibilidades dormidas en cada molécula que despiertan cuando hay un choque, como un big bang, que crea millones de estrellas en ese universo que somos. Y ese universo no entiende de gorduras, flacuras, fuerza, o demás adjetivos. Entiende de cómo eres por dentro: un ser maravilloso que puede alcanzar la mejor versión de sí mismo. 

Siempre he dicho que el Yoga te hace mirar cara a cara tus defectos y tus virtudes, sin adornos. El Yoga entiende de las medidas que van por dentro no de las que van por fuera. Tu talla de pantalón no te impide hacer Yoga si tu interior quiere hacerlo. Sólo hace falta darse una vuelta por las redes, los yoguis vienen en todos los tamaños y medidas, porque nada tiene que ver esta disciplina con el físico pero sí con algo, que encerrado en tu cuerpo, calla : Tú.

Publicaciones Similares