RINCONES DE PAZ. CAPÍTULO 9.

Llevo años visitando lugares a lo largo y ancho del planeta, y aunque todavía me quedan miles, sin duda, hoy me apetecía volver a casa. Sencillamente es así como me siento cada vez que me pierdo entre sus senderos o me baño en sus preciosas calas de agua cristalina. 

El Parque Regional de Calblanque, el Monte de las Cenizas y la Peña del Águila  son de esos sitios que dan la oportunidad de encontrarse con uno mismo: andando por los innumerables senderos, haciendo escalada por sus acantilados, o sencillamente caminando por sus dunas fósiles cerca de las salinas del Rasall. Allí, la costa permanece virgen regalándonos (casi) inaccesibles calas en las que poder bañarse en soledad disfrutando de la tranquilidad del abrazo de la naturaleza.  Sus playas amplias y de arenas ocres reciben a todo tipo de público: desde parejas jóvenes con niños y perro, familias completas con mesa de playa incluída o nudistas, todo ello sin  renunciar al espacio vital de cada uno y con un profundo respeto por los demás en lo que para mí simboliza uno de los pilares básicos de nuestra sociedad. 

Mientras que sus fondos marinos son muy admirados por los submarinistas, con lo cual es sencillo que encuentres algún aficionado explorando y dejando volar sus sentidos ante tan maravilloso espectáculo; La observación de la flora y la fauna en primavera es uno de sus encantos en tierra firme.

Como cualquier espacio protegido, su acceso está restringido durante la época estival y sólo se puede acceder a él mediante los autobuses gestionados por la Región. El resto del año se accede al parque libre y gratuitamente, promoviendo un turismo más sensible y sostenible, lo cual es de agradecer después de ver tanta barbarie en las costas levantinas.

En definitiva, vagar por este paraíso es un lujo para todos los sentidos que no te  puedes perder. Si necesitas más información pincha aquí

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